lunes, 3 de agosto de 2020

Agapimú

AGAPIMÚ


Hugo quiere caber en una poesía, 
¿pero cómo puede alguien como Hugo caber en poesía 
si el verso de su existencia es más alto que el Buciero 
y más largo que el río Asón?

Hugo quiere caber en una poesía, 
¿pero cómo puede alguien como Hugo reducirse a lírica 
si aún no existe métrica que capture la rima de su sonrisa 
entre las olas de la Arnía?

Hugo quiere caber en una poesía, 
¿pero cómo puede alguien como Hugo encerrarse en la retórica figurativa 
si no hay mayor verdad para mi ser que su mirada helada, despiadada, 
cansada y salada como el vermú servido en Cabo Mayor?

Hugo quiere caber en una poesía, 
y que nombres tú su nombre como jamás lo dijo un hombre,
Agapimú.

A mi abuelo


¿Quién soy yo, YO, para pedirle al tiempo más tiempo, 
si cuando lo tuve lo menospreciaba pensando que era tan eterno como tu sonrisa?
¿Con qué derecho? ¿Con qué autoridad me dirijo yo ahora a tu ausencia?
¿A que entidad le ruego que me permita volver más claros tus días y ligeras tus noches ahora que ya no queda luz en tus ojos ni fuerza en tus doloridos hombros?
¿Y es que quién soy yo, YO, para pedirle al viento que llene tus pulmones, a la sangre que golpee tu corazón, o la alegría que no escape de tu gesto tostado?
¿Quién soy yo, YO, para pedirle al dolor que no nos duela tanto, para pedirle a tu nombre que no nos duela tanto, para pedirle a tu huella que no nos duela tanto?
¿Quién soy yo ante las leyes de la vida para poder cambiar tus ochenta por cien, tus achaques por la fuerza, o tu desdicha por alegrías?

Nadie. Pues nadie es nada sobre mi −respondió la mendiga Muerte.