sábado, 5 de septiembre de 2020

Creo en ti

 

 

Si a Roma llegan todos los caminos, entonces a ti ninguno. Porque eres como una ciudad prohibida, imperial, mística, coronada por el palacio de la Suprema Armonía. Pero a mí, en cambio, todos: que soy como el Coloso, de reluciente y débil bronce, una imponente maravilla arcaica por la que han pasado bajo sus piernas incontables fenicios y helenos.

Si no hay salvación posible para los hombres honrados fuera de París, entonces tú debes ser el espíritu de Nuestra Señora. Porque en virtudes ascéticas sepultas cada pasión peregrina que te acomete, igual que bajo un azote de llamas la Santa del Río castigó ingleses. Pero a mí, en cambio, que me lleven al otro confín: que soy como el joli de Udaipur, que arranco en una hoguera de sentimientos mil colores de vicio sanadores al viento.

Si por los ríos de Granada solo reman los suspiros, entonces a ti que te sepulten bajo sus aguas. Porque eres como un silencioso templo en lo secreto de la montaña más helada, un santuario de simiescos guardianes que oculta la belleza de un mándala nepalí. Pero a mí, en cambio, que me eleven sobre las corrientes: que soy como el dogo arrojando un anillo al mar para consagrar un carnaval de colores, un carnaval de alegría, un carnaval de traiciones, un carnaval de vientre, trasgresión e inversión.

Y luego silencio: Pazuzu en el cielo.

Odoacro llama a tu puerta.

Ábrelo o arde.

Porque yo… creo en ti.

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