lunes, 9 de noviembre de 2020

Acromatopsia

 

ACROMATOPSIA

 

Alba tiene el jersey rojo y el cabello tan dorado como el amanecer que lleva por nombre. Y cuando te coge de la mano y te cuenta lo duro que ha sido el día o lo amargo que estaba el café, a ti… casi que te da igual: porque el tacto de su piel canela obra el milagro de volver los días ligeros y los cafés dulces. Y es que Alba nació para el júbilo, para ser una ofrenda, un sacrificio a la alegría. Alba nació con el poder de calcinar mil demonios y un santo solo con un golpe de su mirada, con el poder de teñir de tonos verde pastel el tiempo y la misma muerte. Alba nació con los labios confitados y con el corazón de ambrosia, y todo el que prueba de su beso o su afecto se eleva a la inmortalidad.

Pero eso Alba no lo sabe… porque ella solo ve en grises. Y la humildad es una maldición que la vida la quiso poner para no hacerla sombra. Y Alba no es consciente de que hace brillar el alma de los que la rodean con el estallido de una paleta infinita porque en sus ojos todo brilla en gris, en sus ojos toda alma se desuella. 

Y entonces Alba tiene el jersey gris oscuro y el cabello de un gris claro parecido al gris que por su ventana se cuela entre los edificios grises al amanecer gris. Y cuando te coge de la mano ella te cuenta lo duro y gris que ha sido el día y lo amargo y muy gris que estaba el café: porque a sus ojos la vida es del color de la matemática sacra, del color de la dolorosa ecuación de la expresión despejada, del color de la aritmética de la ausencia.

Y mientras todos a su alrededor tienen sus pechos henchidos ante el inintencionado canto a la existencia y el optimismo que es el respirar de Alba, esta se va ahogando en gris.

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