lunes, 9 de noviembre de 2020

Si la noche me acompaña

 

 

Si la noche me acompaña, citaré todo mi amor por ti junto al foso que será su tumba en cuanto se gire y, desprevenido, aproveche para darle un traicionero empujón dentro. Y enterraré allí tu imagen de un millardo de besos y oportunidades perdidas entre las paredes de la indiferencia antes de que seas capaz de despertar mi piedad o insensatez con tus gritos de auxilio. Y ojalá que no sufras mucho, pero en la tierra fértil por tus lágrimas te prometo que yo plantaré lavanda y belladona que crecerán con los cálidos rayos de todas las lunas que no permitiste que nos arroparan. 

Eso si la noche me acompaña, si vuelve a ser mi aliada, agarro una botella del más barato de los corajes y me lanzo a bailar desnudo sobre el camposanto donde te deshaces. Y tomo de la cadera a una reina del chamanismo y la obligo a adorarme con sus rodillas clavadas en la tierra tan cerca de tus iracundos celos que pareciera que la grava tiembla por su eco. Y por su eco y por el de todas las voces que me han querido hacer sentir pequeño, culpable, mundano, inútil, feo, o miserable me engordo, crezco, me agiganto y te olvido, como el día olvida a la noche, que ya no me acompaña porque va amaneciendo.

Y si el día me acompaña, si la luz me recuerda la virtud y si Dios me infunde un poco de la templanza perdida que antaño invocaron mis prosaicos versos, volveré a ser diacono del evangelio de los amores tóxicos de antro gay, de las venas infladas de tanto volar, de las miradas henchidas de miedo y dolor, y sobre todo de la esperanza que brinda toda esa gente que jamás deja de creer en nosotros cuando apenas somos una sombra de lo todo lo que llegamos a brillar en el firmamento.

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