lunes, 9 de noviembre de 2020

Carta a la Poesía

 

 

Querida Poesía,

Te he visto en los ojos de un niño que baila en círculos una danza derviche en el centro de un corro de ancianos sobre la losa lapislázuli. Te he visto en los ojos de una niña cubierta con un chubasquero amarillo que resiste con su paraguas de Hello Kitty las embestidas de la lluvia procurando que no se moje un cartón de Malboro que lleva bajo el brazo. Te he sentido en el suspiro de un empresario y marido que inhala vapores sexuales a través de su máscara de cachorro en las ruinas de lo que, antaño una fábrica, hoy es un antro de culto y evasión. Te he sentido en el suspiro con el que enfría su tisana una madre que ya no tiene hijos por los que llorar tras que su tumba en su pequeña aldea debió cavar. Y tras mucho verte, y sentirte, y buscarte e invocarte en la magia de lo desconocido, aprendí a verte también en el silencio del mar, en la tierra mojada, en los candados del puente, en el dibujo en la arena, y un poco en todo. Porque todos huimos de nuestro hogar pensando que la auténtica vida está más allá de este sucio Norte; pero no es hasta que volvemos, no pronto sino a los muchos años, cuando entendemos que la vida siempre estuvo aquí pero no éramos capaces de sentirla. No es sino a los muchos años, a cuando el corazón está ya curtido, a cuando está dolido, vivido, que vemos que lo que estaba sucio no era el Norte: era nuestra mirada cegada por la ambición.

Así que no te asombres porque te hable con soberbia confianza, porque te he visto. Pero…

¿Y tú me conoces? ¿Te ha importado alguna vez el millardo de veces que se me ha roto el corazón intentando ser menos yo, más tú, más de ellos? ¿Eres consciente del tiempo que me ha llevado ser capaz de llegar hasta ti sobrio, sereno, sin irme arrastrando por el fango de la decadencia de mi desconstrucción como norteño, como maricón, como hijo, como ser…? ¿Eres consciente o no tú que eres un concepto, un abstracto colectivo, puedes ser acaso consciente?

Pues estoy seguro de que no, pero aún así, querida Poesía… te quiero.

Te quiero por ayudarme a comprenderme a mí mismo y a los demás, por permitirme vomitar el torrente de mis sentimientos cada vez que la vida me ha golpeado o me ha mecido, por darle color y belleza y sentido a las mayores y más desgarradoras leyes de esta miserable vida.

Por todo eso y más,

Gracias.

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