TIEMPO DE MUERTO
No soporto los putos mordiscos.
No soporto los putos mordiscos. Repito, ¡no soporto
los putos mordiscos cuando estamos follando! Y tampoco soporto el pulso de
miradas que mantengo con Cristian cuando estamos acostados. No soporto el
brillo, la chispa, la calidez, el fuego hogareño que emana por sus ojos con
tanta fuerza y veracidad que pareciera amor genuino. No soporto que se no sea
capaz de engañarme él o engañarme yo con su cariño envuelto en papel de Navidad
que a la mañana siguiente desechara. Lo tirará a la papelera de su baño igual
que lo hizo Mateo, el que tanto me quería, el que tanto me besaba y el que
tanto me entregaba sus nalgas cuando estaba hechizado por la química
psicotrópica.
¿Y al final para qué? ¿Para qué tantos mordiscos?
¿Para qué tanto inmolarse?
¿Para que este venenoso sentir de solo existir para
dañar a las personas que conoces en este sendero de autodestrucción? ¿Por qué a
la gente le gusta tanto sufrir? Repito, ¿por qué a la gente le gusta tanto
sufrir? Si no creo que fuera tan difícil tomar aire, no dejarse llevar por el
pánico y tomar aire. Reflexionar y aplicar estoicismo frente al impulso
demoniaco nos ahorrará tener que pagarles la mensualidad a nuestros niños. No
hay caricia de juventud que compense tanto fuego, tanto inmolarse.
Y tan claro digo que lo tengo que al final estamos
aquí de nuevo: yo tirado en tu cama, yo mirando tu techo, yo sin atreverme a
decirte que yo te quiero pegado a mi pecho. Y que te quiero. Que claro que te
quiero. A pesar de todo, ¿qué cómo no te voy a querer? Pero es que esto ya es
solo tiempo de muerto.
Ya todo es vivir en tiempo de muerto. Tomar aliento,
respirar, y ese pútrido olor…
El sentir del tiempo de muerto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario