viernes, 15 de mayo de 2020

Lavapies




Mi barrio respira graffiti. Sus calles escupen todas las pérfidas lenguas que les inspira el Espíritu Santo. Sus edificios han sido levantados con la sacra magia de la historia, pero se sostienen con el poder del cálido chamanismo sureño. Duermo en el vientre de la vida, mamo de los pechos del júbilo, me arrastro por la más gloriosa decadencia contracultural.

¿A dónde vas, niño abisal? Llévame contigo, ilegal tótem de cuentas y espinos.
Nos hemos vuelto a cruzar. Tu mirada me teme…

No nos castigues con la lluvia. Las baldosas se embarran con ponzoña, con los residuos secos de los sueños rotos de nuestras gentes. Todos huyen a esconderse en la mezquita de los helados latinos y las dulces paraguayas. 
Y el viento, Pazuzu, se adueña… Tiembla al compás. 

Egipto me ha poseído con la percusión de mis intestinos. Los coros de negros gritan y jadean la consigna más lógica que mi corazón pudo necesitar:

Déjalo olvídalo. Apártalo a un tiempo despreciable.
Ya no le amas.
Vive.

No hay comentarios:

Publicar un comentario