viernes, 15 de mayo de 2020

Principe




El cielo está despejado, pero la niña china del pijama juega con su paraguas en medio de la calle. Me recuerda a aquella otra del cabello rubio que se escondía en una gran caja de Malboro. Me recuerda a ti, gran cazador de alimañas exóticas, que me acorralaste contra lo peor de mi propia esencia. Me recuerda a un verano en Torre del Mar, con el agua hasta el cuello al dar tan solo dos pasos y Sabina de fondo tumbado en una litera. Me recuerda a las últimas cajas que saqué del piso de la Ventilla, cajas donde había guardado todas mis dudas sobre nuestra relación y que ya tendría tiempo de abrir. Me recuerda a la Kymco con la que derrapamos en la Castellana aquella mañana húmeda en la que se destrozaron mis pantalones favoritos de pana. Me recuerda a ridícula mezcolanza… pero rápidamente vuelvo a mirar la hora en el móvil.

Y es que siempre llegas tarde. Te crees mejor, y quizá te permita serlo. No me inspiras confianza: fuiste instruido en el arte de asesinar rosas. Te enseñaron los peores rituales a base de máscaras y chiquilladas, los del uso de los aromas y néctares eléctricos que estimulan a los débiles de espíritu, como yo, como tú. Y provocas una sobredosis de miedo y celos, un deprimente impulso creativo. Eres un mal deseado, una sonrisa enlatada. 


Eres quien lanza la piedra y enseña orgulloso la mano.
Y yo, estúpido, la beso y admiro.
Eres un hechicero de Chueca.

Pero te echo de menos.

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