Agáchate, y cómeme la polla me dices con tu mirada
junto al Manzanares. Agáchate, que luego le contaré a mi corro de arpías lo
bien que lo haces. Agáchate, mas no alces la cabeza en ningún momento, por si
me tienta invitarte a tomar una cerveza junto al puente y corro el riesgo de
quedarme prendado de tu salvaje ternura. Agáchate, y que los dioses me libren
de tirar toda mi vida de pecado a los Infiernos por pasar una noche de falso
amor contigo, una noche de recíproca indulgencia.
Así que agáchate por un rato, que luego yo iré a
refugiarme en los brazos de mi amado, donde todo es perfecto y sabe a pureza,
donde se ahogan mis frustraciones en sus sonrisas, donde me siento tan
protegido y valorado que casi me creo persona. Y puedo dormir.
Apaciguado mi cálido corazón, al día siguiente volveré
a dejarme arrastrar por la marea de los hábitos salvajes. Volveré a convertirme
en un ser de sombras que calma su rabia en la boca de un puñado de putitas de
reglamento. Tomaré de las caderas, afortunada, a la diosa de la retórica, y la
embestiré con mi dulce prosa.
Cargado de desprecio hacia mi reflejo, volveré cansado
a tus brazos: Me mirarás a los ojos sabiendo que te amo tanto que no
puedo estar solo contigo. Yo veré ese mismo reflejo en tu mirada. En silencio,
odiaremos nuestro inconformismo. Y así la perfección será una con nosotros.
Desdicha junto al río, alegría en mi ser.
Pero todo sabe a poco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario