viernes, 15 de mayo de 2020

Madrid, madrugada




Cuando alguien me dice que le recite uno de mis poemas, yo le respondo que le digo los títulos y escoja el que prefiera. La mayoría entonces señala este. La mayoría siente que en el habrá, por su título, algo con lo que puedan identificarse. Y si, cuando termines la lectura, te sientes efectivamente vinculado con lo que cuenta… 
Lo siento por ti. 

Este poema empieza cuando la discoteca cierra a las seis,
y entonces comienza la fiesta.

Tus dedos se deslizan a través del zafiro buscando desesperadamente una invitación, una sonrisa amable que te haga sentir un poco más deseado que ayer, un poco más artificial. Y corres. Eres un ciborg que busca a Sarah Connor para salvar la modernidad, para perpetuar el electroclash. Acudes desesperado a lomos del alado espíritu primigenio, deslizándote por los pavimentos de satánico polvo blanco, planeando a través de los bellos edificios de esteroides y vómito, buceando en el mar de las dulces y correosas pitones dominicanas. Y aguantas la respiración. Las lágrimas te saludan, la voz te nace irritada, y tu cuerpo baila en honor a Isthar en un frenesí de Año Nuevo a pleno agosto.

Terminas. Caminas intentando despejarte.
E intentas responder… 

¿Qué estoy haciendo con mi puta vida? Tengo miedo de que se me agoten las rimas antes que las corridas. Mis caminos son senderos nocturnos y mi vela es tan frágil ante el soplo de tus labios…

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